lunes, 27 de agosto de 2012

MI AMADO A MÍ, Y YO A MI AMADO

 
¡Oh verdadero Amador, con cuánta piedad, con cuánta suavidad, con cuánto deleite, con cuánto regalo y con qué grandísimas muestras de amor curáis estas llagas, que con las saetas del mismo amor habéis hecho! ¡Oh Dios mío y descanso de todas las penas, qué desatinada estoy! ¿Cómo podía haber medios humanos que curasen los que ha enfermado el fuego divino? ¿Quién ha de saber hasta dónde llega esta herida, ni de qué procedió, ni cómo se puede aplacar tan penoso y deleitoso tormento? Sin razón sería tan precioso mal poder aplacarse por cosa tan baja como es los medios que pueden tomar los mortales. Con cuánta razón dice la Esposa en los «Cantares»: Mi amado a mí, y yo a mi Amado y mi Amado a mí porque semejante amor no es posible comenzarse de cosa tan baja como el mío.
Capitulo XVI, "Las exclamaciones del alma a Dios", Santa Teresa de Jesús