Mañana, 18 de enero comienza la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Todos estamos convocados a orar por la unidad de los cristianos y más en estos tiempos de persecución.
El lema de este año es "Jesús le dice: Dame de beber" (Jn. 1, 4) y el texto sobre el que se va a trabajar es el siguiente:
"Se enteró Jesús de que los
fariseos supieron que cada vez aumentaba más el número de sus seguidores y que
bautizaba incluso más que Juan, aunque de hecho no era el mismo Jesús
quien bautizaba, sino sus discípulos. Así que salió de Judea y regresó a
Galilea. Y como tenía que atravesar Samaría, llegó a un pueblo de esa región
llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob dio a su hijo José. Allí se encontraba
el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se sentó junto al pozo. Era cerca
de mediodía. Y en esto que llega una mujer
samaritana a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de beber». Los discípulos
habían ido al pueblo a comprar comida. La mujersamaritana le contesta:
«¡Cómo! ¿No eres tú judío? ¿Y te atreves a pedirme de beber a mí que soy
samaritana?» (es que los judíos y los samaritanos no se trataban). Jesús le responde:
«Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “dame de beber”,
serías tú la que me pedirías de beber, y yo te daría agua viva».«Pero Señor
–replica la mujer–, no tienes con qué sacar el agua y el pozo es hondo. ¿Dónde
tienes esa agua viva? Jacob, nuestro antepasado, nos dejó este pozo, del que
bebió él mismo, sus hijos y sus ganados. ¿Acaso te consideras de mayor categoría
que él?» Jesús le contesta: «Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed;
en cambio, el que beba del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a
tener sed sino que esa agua se convertirá en su interior en un manantial capaz de dar
vida eterna».Exclama entonces la mujer: «Señor, dame de esa agua; así
ya no volveré a tener sed ni tendré que venir
aquí a sacar agua». Jesús le dice: «Vete a tu
casa, llama a tu marido y vuelve acá».Ella le contesta: «No tengo marido». «Es cierto
–reconoce Jesús–; no tienes marido. Has tenido cinco y ese con el que
ahora vives no es tu marido. En esto has dicho la verdad». Le responde la
mujer: «Señor, veo que eres profeta. Nuestros antepasados rindieron culto a Dios en este
monte; en cambio, ustedes los judíos
dicen que el lugar para dar
culto a Dios es Jerusalén». Jesús le contesta: «Créeme, mujer, está llegando el
momento en que, para dar culto al Padre, ustedes no tendrán que subir a este
monte ni ir a Jerusalén. Ustedes los samaritanos rinden culto a algo que
desconocen; nosotros sí lo conocemos ya que la salvación viene de los judíos. Está
llegando el momento, mejor dicho, ha llegado ya, en que los verdaderos
adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque estos son los
adoradores que el Padre quiere. Dios es espíritu, y quienes le rinden culto
deben hacerlo en espíritu y en verdad». La mujer le 8 dice: «Yo sé que el Mesías (es
decir, el Cristo) está por llegar; cuando venga nos lo enseñará todo». Jesús,
entonces, le manifiesta: «El Mesías soy yo, el mismo que está hablando
contigo». En ese momento llegaron los
discípulos y se sorprendieron al ver a Jesús hablando con una mujer; pero ninguno se
atrevió a preguntarle qué quería de ella o de qué estaban
hablando. La mujer, por su parte, dejó allí el cántaro, regresó al pueblo y dijo a la
gente: «Vengan a ver a un hombre que me ha adivinado todo lo que he
hecho. ¿Será el Mesías?». Ellos salieron del pueblo y fueron a ver a Jesús. Mientras tanto, los discípulos
le insistían: «Maestro, come». Pero él les dijo: «Yo me alimento de un manjar
que ustedes no conocen». Los discípulos comentaban
entre sí: «¿Será que alguien
le ha traído comida?». Jesús les explicó: «Mi alimento es hacer la
voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo sus planes. ¿No dicen ustedes que
todavía faltan cuatro meses para la cosecha? Pues fíjense: los sembrados
están ya maduros para la recolección. El que trabaja en la recolección
recibe su salario y recoge el fruto con destino a la vida eterna; de esta suerte,
se alegran juntos el que siembra y el que hace la recolección. Con lo que se
cumple el proverbio: "Uno es el que siembra y otro el que cosecha". Yo los
envío a ustedes a recolectar algo que no han labrado; otros trabajaron y ustedes se
benefician de su trabajo». Muchos de los habitantes de
aquel pueblo creyeron en Jesús movidos por el testimonio de la samaritana,
que aseguraba: «Me ha adivinado todo lo que he hecho».Por eso, los
samaritanos, cuando llegaron a donde estaba Jesús, le insistían en que se quedara
con ellos. Y en efecto, se quedó allí dos días, de manera que fueron muchos más
los que creyeron en él por sus propias palabras. Así que decían a la mujer: «Ya
no creemos en él por lo que tú nos has dicho, sino porque nosotros mismos
hemos escuchado sus palabras, y estamos convencidos de que él es
verdaderamente el salvador del mundo»".
Texto de La Biblia Hispanoamericana,
traducción interconfesional (BH)
(Editorial Verbo Divino –
Sociedad Bíblica de España, 2013)