Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a
proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el
reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio». Pasando junto al lado de
Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban
echando el copo en el lago. Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores
de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más
adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en
la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca
con los jornaleros y se marcharon con él.
SEÑOR, al final del Octavario de oración por la Unidad de los Cristianos,
en la fiesta de la conversión de San Pablo, me llega tu palabra de vida, de
amor y de unidad: ¡Convertíos! Sólo con tu Espíritu podré alcanzar la conversión,
camino de unidad. El Espíritu que te ungió está sobre ti, y también sobre mi:
Me ungió en el Bautismo, y en mi Confirmación me envió al mundo a anunciar tu
Evangelio. “El momento es apremiante”: no tengo tiempo que perder, urge que me
convierta y te siga con la prontitud de los primeros apóstoles y de Pablo, que
por tu gracia cambió radicalmente el rumbo de su vida. ¡Dame la gracia de la
conversión!