domingo, 6 de diciembre de 2015

EVANGELIO II DOMINGO DE ADVIENTO

LUCAS 3, 1-6

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del Profeta Isaías: «Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios».


JESÚS, qué bien cumple su misión tu primo Juan, preparando los caminos para tu encuentro con las gentes. Se consideraba sólo como la voz que grita en el desierto. Pero toda su vida era ejemplo de austeridad, de testimonio, de invitación - con la palabra y la vida - a la conversión. Acojo sus palabras: que se eleve el valle de mi pereza, que descienda la colina de mi orgullo, que se enderece y se iguale lo torcido y escabroso de mi conducta. Así veré - y otros podrán ver - la salvación que nos traes.