El amor entrañable de Padre Pío a la Virgen se expresaba en
particular por el rezo del Santo rosario, que llevaba siempre enrollado en la
mano o en el brazo, como si fuera un arma contra toda clase de enemigos,
siempre empuñada. Lo rezaba de continuo. En una nota, dejó escrito:"Diariamente
recitaré no menos de cinco rosarios completos"
Sus
cohermanos llamaban a Padre Pío "el rosario viviente". "¿hay
oración mas bella -decía él- que aquella que nos enseñó la
Virgen misma? Recen siempre el rosario"
Así
aconsejaba a los cristianos:
"Amen
a la Virgen y háganla amar! la oración del rosario es la oración que hace
triunfar de todo y a todos. Ella, María nos lo ha enseñado así, lo mismo que
Jesús nos enseñó el Padre Nuestro"
Padre Pío
consideraba a la Virgen Santísima especialmente como Madre, la Madre de
Jesús y después la Madre nuestra espiritual. Son miles de veces que Padre Pío
llama a María con el dulce nombre Madre: mamma,
mammina mia, mammina bella, etc.
Decía: "¡cuántas veces he confiado a
esta Madre las penosas ansias de mi corazón agitado y cuántas veces me ha
consolado en mis grandes aflicciones. Al no tener ya madre en esta tierra de
angustias, no puedo olvidar que tengo una muy amante y misericordiosa en el
cielo. ¡Pobre madrecita mía, cuánto me quiere Lo he llegado a comprobar muchas
veces, de manera bien elocuente, al despuntar este hermosísimo mes de mayo. Con
qué cuidado me ha acompañado al altar esta mañana. Parecía que no tenía que
pensar en otra cosa sino sólo en mí, a fin de llenar mi corazóns de santos
afectos!
Con el
rosario en la mano, pronunciando dulcemente los nombre de Jesús y María entregó
su hermosa alma a Dios.