miércoles, 25 de marzo de 2009

LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS


Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz un hijo; oíste que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta. También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia.

Se pone en tus manos el precio de nuestra salvación, por tu breve respuesta seremos restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida. Ansiamos tu respuesta, porque de tu palabra depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salvación final de todos los hijos de Adán, de todo tu linaje.

Responde pronto al Señor, por medio del ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y recibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en Tu seno a la Palabra eterna.

Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Creador.

“Aquí está-dice la Virgen- la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”

Ya tiene Madre Dios, ya puede hacerse cercano a los hombres. Ya tiene la humanidad entera Madre espiritual, ya está abierto el camino de retorno, de reencuentro con Dios, primero en Jesús y después en María, su Madre y Madre nuestra.

(Extracto del comentario sobre el misterio de la Encarnación de San Bernardo Abad)