Nota
importante.- El
presente texto del Evangelio está editado para que sea leído por varios
lectores, siguiendo la tradición litúrgica de la escenificación solemne. Así
los párrafos iniciados con la cruz (+) corresponden a las palabras pronunciadas
por Jesucristo y las lee el sacerdote. Con la ese (S) son otros personajes,
también llamados “sinagoga”, y con la ce (C) el cronista.
PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN MARCOS 14, 1-15
Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los
letrados pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:
S.- No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la
mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró
el frasco y se lo derramó en la cabeza. Algunos comentaban indignados:
S.- ¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más
de trescientos denarios para dárselo a los pobres.
C.- Y regañaban a la mujer Pero Jesús replicó:
+ Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está bien. Porque
a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando
queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: sé ha
adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Os aseguro que, en
cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se recordará también
lo que ha hecho ésta.
C.- Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes
para entregarles a Jesús. Al oirlo se alegraron y le prometieron dinero. El
andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le
dijeron a Jesús sus discípulos:
S.- ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
El envió a dos discípulos diciéndoles:
+ Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua;
seguidlo, y en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta:
¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?
Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes.
Preparadnos allí la cena.
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que
les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer fue con los Doce.
Estando a la mesa comiendo dijo Jesús:
+ Os aseguro, que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo
conmigo.
C.- Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:
S.- ¿Seré yo?
C.- Respondió:
+Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo
del Hombre se va, como está escrito; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo
del Hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!
C.- Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y
se lo dio diciendo:
+ Tomad, esto es mi cuerpo.
C.- Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos
bebieron.
Y les dijo:
+ Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os
aseguro, que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el
vino nuevo en el Reino de Dios.
C.- Después de cantar el salmo, salieron para el Monte de los Olivos. Jesús
les dijo:
+ Todos vais a caer, como está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán
las ovejas.»
Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.
C.- Pedro replicó:
S.- Aunque todos caigan, yo no. Jesús le contestó:
+ Te aseguro, que tú hoy, esta noche, antes que el gallo dos veces, me
habrás negado tres.
S.- Pero él insistía:
Aunque tenga que morir contigo, no te negare. Y los demás decían lo mismo.
Fueron a una finca, que llaman Getsemaní y dijo a sus discípulos
+ Sentaos aquí mientras voy a orar.
C.- Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y
angustia, y les dijo:
+ Me muero de tristeza: quedaos aquí velando.
C.- Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era
posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:
+ iAbba! (Padre): tú lo puedes todo, aparta de mí ese cáliz. Pero no lo
que yo quiero, sino lo que tú quieres.
C.- Volvió, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
+ Simón, ¿duermes?, ¿no has podido velar ni una hora? Velad y orad, para
no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil.
C.- De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los
encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían qué
contestarle. Volvió y les dijo:
+ Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el
Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos,
vamos! Ya está cerca el que me entrega.
C.- Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los doce, y
con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los
letrados y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S.- Al que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto.
C.- Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:
S.- ¡Maestro!
C.- Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los
presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del
sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:
+ ¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a caza de un
bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me detuvisteis. Pero,
que se cumplan las Escrituras,
C .-Y todos lo abandonaron y huyeron.
Lo iba siguiendo un muchacho envuelto sólo en una sábana; y le echaron
mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los
sumos sacerdotes y los letrados y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de
lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los
criados a la lumbre para calentarse.
Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra
Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban
falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos,
poniéndose de pie, daban testimonio contra él diciendo:
S.- Nosotros le hemos oído decir: «Yo destruiré este templo, edificado por
hombres, y en tres días construiré otro no edificado por hombres.»
C.- Pero ni en esto concordaban los testimonios.
El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:
S.- ¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan
contra ti?
C.- Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de
nuevo preguntándole
S.- ¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?
C.- Jesús contestó:
+ Si lo soy. Y veréis que el Hijo del Hombre está sentado a la derecha del
Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo.
C.- El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo:
S.- ¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué decidís?
C.- Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y
tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S.- Haz de profeta
C.- Y los criados le daban bofetadas.
Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo
sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y dijo:
S.- También tú andabas con Jesús el Nazareno.
C.- El lo negó diciendo:
S.- Ni sé ni entiendo lo que quieres decir.
C.- Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó.
La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S.- Este es uno de ellos.
C.- Y él lo volvió a negar.
Al poco rato también los presentes dijeron a Pedro:
S.- Seguro que eres uno de ellos, pues eres Galileo.
C.- Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S.- No conozco a ese hombre que decís.
C.- Y en seguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las
palabras que le había dicho Jesús “Antes de que cante él gallo dos veces, me
habrás negado tres”, y rompió a llorar.
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los letrados
y el sanedrín en pleno, prepararon la sentencia; y, atando a Jesús, lo llevaron
y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S.- ¿Eres tú el rey de los judíos?
C.- El respondió:
+ Tú lo dices.
C.- Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.
Pilato le preguntó de nuevo:
S.- ¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
C.- Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado.
Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la
cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en
la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre.
Pilato les contestó:
S.- ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C.- Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.
Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la
libertad de Barrabás.
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S.- ¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?
C.- Ellos gritaron de nuevo:
S.- Crucifícalo.
C.- Pilato les dijo:
S.- Pues ¿qué mal ha hecho?
C.- Ellos gritaron más fuerte:
S.- Crucifícalo.
C.- Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a
Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Los soldados se lo llevaron al interior del palacio - al pretorio y
reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona
de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S.- ¡Salve rey de los judíos!
C.- Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las
rodillas, se postraban ante él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo
sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de
Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y
llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «La Calavera»), y le
ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se
repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada
uno.
Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación
estaba escrito: EL REY DE LOS JUDIOS. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a
su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Lo
consideraron como un malhechor.»
Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S.- ¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días,
sálvate a ti mismo bajando de la cruz.
C.- Los sumos sacerdotes, se burlaban también de él diciendo:
S.- A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el
rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.
C.- También los que estaban crucificados con él 10 insultaban. Al llegar el
mediodía toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y a la media
tarde, Jesús clamó con voz potente:
+ Eloí Eloí lamá sabactaní. (Que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué
me has abandonado?)
C.- Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S.- Mira, está llamando a Elías.
C.- Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una
caña, y le daba de beber diciendo:
S.- Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.
C.- Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
(Todos se arrodillan, y se hace una pausa)
El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S.- Realmente este hombre era Hijo de Dios.
C.- Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María
Magdalena, Maria la madre de Santiago el Menor y de José y Salomé, que cuando
él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas que habían
subido con él a Jerusalén.
Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino
José de Arimatea, noble magistrado, que también aguardaba el Reino de Dios; se
presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
Pilato se extrañó de qué hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le
preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto.
Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una
sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro,
excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro. María
Magdalena y María, la madre de José, observaban dónde lo ponían.
Foto: Guillermo Méndez
CRISTO JESÚS, comienzan los misterios, Y entre los misterios, el gran misterio de la sinrazón de la masa, que hoy te vitorea como rey y el viernes pedirá a gritos tu muerte. Pero el misterio principal es tu obediencia hasta la muerte, tu aceptación de ser un rey crucificado por el amor infinito que me tienes. Al pensar en las gentes que te aclaman hoy, quiero estar entre ellas, pero no seguirlas el viernes ante Pilato. Te doy gracias de corazón y te adoro como mi único Señor y Dios: aunque esta Semana Santa te acompañe en el Cenáculo, Getsemaní y el Calvario, contigo espero tu triunfo sobre el pecado y la muerte.