En julio de 1216, San Francisco de Asís pidió en Perusa al Papa Honorio III que todo el que, contrito
y confesado, entrara en la iglesita de la Porciúncula, ganara gratuitamente una
indulgencia plenaria, como la ganaban quienes se enrolaban en las Cruzadas, y
otros que sostenían con sus ofrendas las iniciativas de la Iglesia. De ahí el
nombre de Indulgencia de la Porciúncula, Perdón de Asís, Indulgencia o Perdón de
las rosas.
Los escritos de Bartholi recogen la solicitud de San Fracisco al Santo Padre de esta indulgencia:
"La noche anterior, Cristo y su
Madre, rodeados de espíritus celestiales, se le habían aparecido en la capilla
de Santa María de los Ángeles:
- Francisco -le dijo el Señor-, pídeme lo que
quieras para gloria de Dios y salvación de los hombres.
- Señor -respondió el Santo-, os ruego por
intercesión de la Virgen aquí presente, abogada del género humano, concedáis una
indulgencia a cuantos visitaren esta iglesia.
La Virgen se inclinó ante su Hijo en señal de que
apoyaba el ruego, el cual fue oído. Jesucristo ordenó luego a Francisco se
dirigiese a Perusa, para obtener allí del Papa el favor deseado.
Ya en presencia de Honorio III, Francisco le
habló así:
- Poco ha que reparé para Vuestra Santidad una
iglesia dedicada a la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios. Ahora vengo a
solicitar en beneficio de quienes la visitaren en el aniversario de su
dedicación, una indulgencia que puedan ganar sin necesidad de abonar ofrenda
alguna.
- Quien pide una indulgencia -observó el Papa-,
conviene que algo ofrezca para merecerla... ¿Y de cuántos años ha de ser esa que
pides? ¿De un año?... ¿De tres?...
- ¿Qué son tres años, santísimo
Padre?
- ¿Quieres seis años?... ¿Hasta
siete?
- No quiero años, sino almas.
- ¿Almas?... ¿Qué quieres decir con
eso?
- Quiero decir que cuantos visitaren aquella
iglesia, confesados y absueltos, queden libres de toda culpa y pena incurridas
por sus pecados.
- Es excesivo lo que pides, y muy contrario a
las usanzas de la Curia romana.
- Por eso, santísimo Padre, no lo pido por
impulso propio, sino de parte de nuestro Señor Jesucristo.
- ¡Pues bien, concedido! En el nombre del Señor,
hágase conforme a tu deseo."