Nota
importante.- El presente texto del Evangelio de Lucas está editado para que sea
leído por varios lectores, siguiendo la tradición litúrgica de la
escenificación solemne. Así los párrafos iniciados con la cruz (+) corresponden
a las palabras pronunciadas por Jesucristo y las lee el sacerdote. Con la (S)
son otros personajes, también llamados "sinagoga" y con la (C) el
cronista.
C. Llegada la hora se sentó Jesús
con sus discípulos y les dijo:
+ He deseado
enormemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer, porque os
digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios.
C. Y tomando una copa, pronunció la
acción gracias y dijo:
+ Tomad esto,
repartidlo entre vosotros, porque os digo que no beberé desde ahora del fruto
de la vid hasta que venga el Reino de Dios.
C. Y tomando pan, dio gracias, lo
partió y lo dio diciendo:
+ Este es mi
cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.
C. Después de cenar hizo lo mismo
con la copa diciendo:
+ Esta copa es la Nueva Alianza
sellada con mi sangre que se derrama por vosotros.
Pero mirad: la mano del que me
entrega está con la mía en la mesa. Porque el Hijo del Hombre se va, según lo
establecido; pero ¡ay de ése que lo entrega!
C. Ellos
empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que iba a
hacer eso. Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía de
ser tenido como el primero. Jesús les dijo:
+ Los reyes de las naciones las
dominan y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros
no hagáis así, sino que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el
que gobierne, como el que sirve. Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa
o el que sirve? ¿Verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de
vosotros como el que sirve. Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en
mis pruebas, y yo os transmito el Reino como me lo transmitió mi Padre a mí:
comeréis y beberéis a mi mesa en mi Reino, y os sentaréis en tronos para regir
a las doce tribus de Israel.
C. Y añadió:
+ Simón, Simón, mira que Satanás os
ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti para que tu fe
no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos.
C. Él le
contestó:
S. Señor,
contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.
C. Jesús le replicó:
+ Te digo,
Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme.
C. Y dijo a todos:
+ Cuando os
envié sin bolsa y sin alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?
C. Contestaron:
S. Nada.
C. Él añadió:
+ Pero ahora, el
que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja; y el que no tiene espada,
que venda su manto y se compre una. Porque os aseguro que tiene que cumplirse
en mí lo que está escrito: “fue contado con los malhechores. Lo que se refiere
a mí toca a su fin.
C. Ellos dijeron:
S. Señor, aquí
hay dos espadas.
C. Él les contestó:
+ Basta.
C. Y salió Jesús, como de
costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron sus discípulos. Al llegar al
sitio, les dijo:
+ Orad, para no
caer en la tentación.
C. Él se arrancó
de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y arrodillado, oraba diciendo:
+ Padre, si quieres, aparta de mí
ese cáliz. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
C. Y se le
apareció un ángel del cielo que lo animaba. En medio de su angustia oraba con
más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un sudor como gotas de sangre, Y,
levantándose de la oración, fue hasta sus discípulos, los encontró dormidos por
la pena, y les dijo:
+ ¿Por qué dormís? Levantaos y
orad, para no caer en la tentación.
C. Todavía
estaba hablando, cuando aparece la gente: y los guiaba el llamado Judas, uno de
los doce. Y se acercó a besar a Jesús, Jesús le dijo:
+ Judas, ¿con un beso entregas al
Hijo del Hombre?
C. Al darse
cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron:
S. Señor, ¿herimos con la espada?
C. Y uno de
ellos hirió al criado del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Jesús
intervino diciendo:
+ Dejadlo, basta.
C. Y, tocándole
la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del
templo, y a los ancianos que habían venido contra él:
+ ¿Habéis salido con espadas y
palos como a caza de un bandido? A diario estaba en el templo con vosotros y no
me echasteis mano. Pero ésta es vuestra hora: la del poder de las tinieblas.
C. Ellos lo
prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote.
Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se
sentaron alrededor y Pedro se sentó entre ellos. Al verlo una criada junto a la
lumbre se le quedó mirando y les dijo:
S. También éste estaba con él.
C. Pero él lo
negó diciendo:
S. No lo conozco, mujer.
C. Poco después
lo vio otro y les dijo:
S. Tú también eres uno de ellos.
C. Pedro replicó:
S. Hombre, no lo soy.
C. Pasada cosa
de una hora, otro insistía:
S. Sin duda, también éste estaba
con él, porque es galileo.
C. Pedro
contestó:
S. Hombre, no sé de qué hablas.
C. Y estaba
todavía hablando cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose le echó una
mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho:
“Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces”. Y, saliendo afuera,
lloró amargamente.
Y los hombres que sujetaban a Jesús
se burlaban de él dándole golpes. Y, tapándole la cara, le preguntaban:
S. Haz de
profeta: ¿quién te ha pegado?
C. Y proferían contra él otros
muchos insultos.
Cuando se hizo
de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y escribas, y,
haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron:
S. Si tú eres el Mesías, dínoslo.
C. Él les
contestó:
+ Si os lo digo, no lo vais a
creer; y si os pregunto no me vais a responder. Desde ahora el Hijo del Hombre
estará sentado a la derecha de Dios Todopoderoso.
C. Dijeron todos:
S. Entonces, ¿tú eres el Hijo de
Dios?
C. Él les
contestó:
+ Vosotros lo decís, yo lo soy.
C. Ellos dijeron:
S. ¿Qué necesidad tenemos ya de
testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
C. Se levantó
toda la asamblea y llevaron a Jesús a presencia de Pilato.
Y se pusieron a acusarlo diciendo:
S. Hemos
comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se
paguen tributos al Cesar, y diciendo que él es el Mesías Rey.
C. Pilato preguntó a Jesús:
S. ¿Eres tú el
rey de los judíos?
C. Él le contestó:
+ Tú lo dices.
C. Pilato dijo a los sumos
sacerdotes y a la gente:
S. No encuentro
ninguna culpa en este hombre.
C. Ellos insistían con más fuerza
diciendo:
S. Solivianta al
pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.
C. Pilato, al oírlo, preguntó si
era galileo; y al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo
remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días.
Herodes, al ver
a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo,
porque oía hablar de él y esperaba verlo hacer un milagro. Le hizo un
interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra. Estaban allí
los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. Herodes, con su
escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura
blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y
Pilato, porque antes se llevaban muy mal.
Pilato, convocando a los sumos
sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo:
S. Me habéis
traído a este hombre, alegando que alborotaba al pueblo; y resulta que yo le he
interrogado delante de vosotros y no he encontrado en este hombre ninguna de
las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya
veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento
y lo soltaré.
C. Por la fiesta tenía que
soltarles a uno. Ellos vociferaban en masa diciendo:
S. ¡Fuera ése!
Suéltanos a Barrabás.
C. (A éste lo habían metido en la
cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio). Pilato volvió a
dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían
gritando:
S. ¡Crucifícale,
crucifícale!
C. Él les dijo
por tercera vez:
S. Pues ¿qué mal
ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así
es que le daré un escarmiento y lo soltaré.
C. Ellos se le
echaban encima pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el
griterío. Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían
(al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo
entregó a su arbitrio.
Mientras lo
conducía, echaron manos de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo y le
cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguía un gran gentío
del pueblo y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él. Jesús
se volvió hacia ellas y les dijo:
+ Hijas de Jerusalén, no
lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que
llegará el día en que dirán: “Dichosas las estériles y los vientres que no han
dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los
montes: “desplomaos sobre nosotros” y a las colinas: “sepultadnos”; porque si
así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?
C. Conducían
también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.
Y cuando
llegaron al lugar llamado “La
Calavera ”, lo crucificaron allí, a él y a los malhechores,
uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía:
+ Padre, perdónalos porque no saben lo
que hacen.
C. Y se
repartieron sus ropas echándolas a suerte.
El pueblo estaba
mirando, las autoridades le hacían muecas diciendo:
S. A otros ha
salvado, que se salve a sí mismo; si él es el Mesías de Dios, el Elegido.
C. Se burlaban
también de él los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
S. Si eres tú el
rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
C. Había encima
un letrero en escritura griega, latina y hebrea: ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS.
C. Era ya eso de
mediodía y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde,
porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús,
clamando con voz potente, dijo:
+Padre, a tus
manos envomiendo tu espíritu.
C. Y dicho esto,
expiró.
El centurión al
ver lo que pasaba, daba gloria a Dios diciendo:
S. Realmente,
este hombre era justo.
C. Toda la
muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que
ocurría, se volvían dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos se mantenían a
distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que
estaban mirando.
Un hombre
llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a
favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea y que
aguardaba el Reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y
bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la
roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Preparación y rayaba
el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás a
examinar el sepulcro y cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta prepararon aromas
y ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.
CRISTO JESÚS, mientras unos te aclaman como Rey y Señor, otros traman tu muerte, la que posiblemente apoyen con sus gritos ante Pilato quienes hoy te vitorean. Yo quiero permanecer siempre en tu amor y tu alabanza. Tu eres mi Dios y mi Rey. Lo proclamo de palabra, lo vivo por la fe.