Contaban los discípulos lo que
les había acontecido en el camino y cómo reconocieron a Jesús en el partir el
pan. Mientras hablaban, se presentó Jesús en medio de sus discípulos y les
dijo: «Paz a vosotros». Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un
fantasma. Él les dijo: « ¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en
vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y
daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo
tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de
creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo que
comer?». Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante
de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros:
que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí
tenía que cumplirse». Entonces les abrió el entendimiento para comprender las
Escrituras. Y añadió: «Así
estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer
día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a
todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».
JESUCRISTO: ¡Paz a vosotros!. Falta me hace escuchar tus palabras después de resucitar. Porque, a pesar de las continuas muestras de amor, aún se cuelan dudas y falsas alarmas en mi corazón. Quiero sentirte a ti, vivo, en persona, que abras mi entendimiento para comprender las Escrituras y los designios que tiene para mí el Padre que te resucitó para mi salvación. Hoy te ruego por el papa emérito Benedicto XVI, que hoy, hace diez años, aceptó la pesada carga de la cruz del servicio a toda la Iglesia en su ancianidad: que tu presencia llene su vida, y lo sostenga y consuele en su retiro por amor a la Iglesia.