“¡Oh Jesús mío!, ¡quién pudiese dar a
entender la majestad con que os mostráis! Y cuán Señor de todo el mundo y de
los cielos y de otros mil mundos y sin cuento mundos y cielos que Vos crearais,
entiende el alma, según con la majestad que os representáis, que no es nada
para ser Vos señor de ello.
Aquí se ve claro, Jesús mío, el poco poder de
todos los demonios en comparación del vuestro, y cómo quien os tuviere contento
puede repisar el infierno todo. Aquí ve la razón que tuvieron los demonios de
temer cuando bajasteis al limbo, y tuvieran de desear otros mil infiernos más
bajos para huir de tan gran majestad, y veo que queréis dar a entender al alma
cuán grande es, y el poder que tiene esta sacratísima Humanidad junto con la
Divinidad. Aquí se representa bien qué será el día del juicio ver esta majestad
de este Rey, y verle con rigor para los malos. Aquí es la verdadera humildad
que deja en el alma, de ver su miseria, que no la puede ignorar. Aquí la
confusión y verdadero arrepentimiento de los pecados, que aun con verle que
muestra amor, no sabe adonde se meter, y así se deshace toda” (V 28,8-9).
La Santa de Ávila se queda obnubilada ante la visión del Resucitado que
ya nos ha relatado. Es una majestad difícil de explicar, hay que “verla” para
comprenderla. Ahora, ante esta visión, Teresa ora al Señor del mundo y de los
cielos. Cristo Resucitado es Señor del universo, es Cristo Rey. Su poder se
encuentra por encima de cualquier poder y por ello “los demonios temieron
cuando bajó a los infiernos”.
Su poder es inmenso, es Humanidad y Divinidad unidas, Cristo es
verdadero Dios y verdadero hombre. Cristo se “muestra” a Teresa en su Humanidad
y Divinidad y le hace comprender su grandeza y poder. La luz de la
Resurrección llena a Teresa y le introduce en la Divina Majestad de Cristo
Resucitado.
El resultado de esta visión es que deja una gran humildad en el alma,
Teresa de Jesús al ver al Resucitado ora y descubre su miseria. Ante el
Resucitado todo queda al descubierto, todo es iluminado por la clara y
transformante luz de la Resurrección. Teresa nos invita a reconocer y a
arrepentirnos de nuestros propios pecados, no se puede hacer nada mejor ante
esta Divina Majestad.
Cristo Resucitado con su luz nos envuelve en un haz de amor y de perdón,
Cristo nos ha salvado y ante esta realidad Santa Teresa de Jesús no sabe dónde
meterse, se deshace toda y se deja inundar por la luz de la Resurrección.
La Santa de Ávila nos ha mostrado su encuentro con el Resucitado, nos lo ha descrito con detalle y nos ha enseñado a orar ante Él, ahora nos toca a nosotros asumir estas palabras que Teresa de Jesús quiere que anunciemos a todos nuestros hermanos y proclamemos con todas nuestras fuerzas que ¡CRISTO HA RESUCITADO! ¡ ALELUYA!
Fr. Rafael Pascual Elías