MARCOS 7, 31-37
Dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del
lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron a un sordo, que,
además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él,
apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la
saliva le tocó le lengua: Y mirando al cielo, suspiró y le dijo:« Effetá»(esto
es, "ábrete"). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la
traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a
nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia proclaman ellos. Y
en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y
hablar a los mudos».
SEÑOR, todo lo has hecho bien en mi
vida: lo que ha habido de mal ha sido cosecha propia de mis pecados. Te doy
gracias por mis padres, que me llevaron a tu Iglesia; en el Bautismo se me
abrió el oído para escuchar tu Palabra, y la boca para proclamar tus
maravillas. ¡Que nunca me aparte de tu camino, que nunca me desentienda de tu
amistad!