Jesús dijo a
sus apóstoles: «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno
de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y
el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su
vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que os
recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha
enviado. El que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de
profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de
justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno
de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no
perderá su recompensa».
SEÑOR, te identificas plenamente con tus enviados y con tus seguidores: lo que les haga a ellos te lo hago a ti mismo. Sin embargo, quieres ser el primero en mi corazón y en mi vida: no puedo, ni quiero, amar a nadie más que a ti. Lo entiendo y lo acepto, porque nadie me ama más que tú ni nadie - incluidos mis padres - me ha hecho tanto bien como tú. Tú, siempre el primero.