El próximo lunes 6 de noviembre, en la
Santa Misa de 19:30 h. en la Parroquia de San Sebastián, se celebrará la
Festividad de los Beatos Mártires de Almería. Nuestra Parroquia y Hermandad
tuvo vinculación con tres de ellos. Hoy recordamos a:
Beato Juan Moya Collado
(Almería, 12 de octubre de 1918 – Turón,
31 de mayo de 1938)
Los pocos años de vida del Siervo de Dios
no son óbice para dejar de trazar su simpática biografía. Hijo de una fervorosa
familia, sus padres lo introdujeron desde pequeño en la Hermandad de la Soledad
de la Parroquia de Santiago y en la Hermandad del Carmen de la Parroquia de san
Sebastián de la ciudad de Almería. Entusiasta de la piedad popular y de la
liturgia, fue solícito monaguillo y amigo de las procesiones.
Siempre dinámico y extrovertido,
participó en el movimiento escultista donde dio rienda suelta a su amor al
deporte y a la naturaleza. Terciario franciscano y congregante de los Luises,
aquella piedad la vertía en un intenso servicio a los enfermos. Por caridad,
pasaba sus ratos libres en el Hospital para acompañar y asistir a los más
desfavorecidos. Hasta aprendió a poner inyecciones y practicar curas con este
fin.
Iniciada la Persecución Religiosa,
trataron de prenderlo el once de octubre de 1937. Al no encontrarlo en casa,
detuvieron a su padre y a uno de sus hermanos. Con valor, no dudó en canjearse
por su padre y comenzó su larga prisión de más de medio año. Preso primero en
el Palacio Episcopal, lo fue después en el Ingenio y, por último, en Turón.
Como su valor, alegría y servicio a los
enfermos no cejaron; se ensañaron terriblemente con él. El veintidós de mayo de
1938 le ordenaron llenar un cántaro de agua. Al regreso, siendo consciente de
su martirio, les preguntó a sus verdugos la razón de su muerte y no obtuvo más
que blasfemias. Su padre rememoraba de esta forma su martirio: «Le ordenaron
que entregara el cántaro y retirándose unos ocho metros, tuvo tiempo mi hijo de
levantar los brazos y mirar al cielo para pronunciar las siguientes palabras:
“Perdónalos, Señor, que no saben lo que hacen…” Estas palabras les sirvieron a
sus verdugos para que se ensañaran disparándole tal cantidad de tiros que le
destrozaron todo su cuerpo.»
Sus verdugos, enfadados al descubrir que
el cuerpo del mártir de diecinueve años aún se aferraba a la medalla de la
Virgen, no lo enterraron para que fuera devorado por las fieras.
Fuente: Diócesis de Almería