Bendito seas, Señor, Padre Nuestro, te
agradecemos sinceramente que, con el
susurro de tu Espíritu, no dejas de
llamar, a lo largo de la historia, a hombres
y mujeres que, consagrados a Ti, viven
cotidianamente en encuentro con tu
Amor. Ahora, ellos desean renovar la
decisión de dejarse encontrar por Él, de
intentarlo cada día sin descanso. La
diversidad de carismas en las distintas formas
de consagración pone de manifiesto la
múltiple gracia con que el Dios tres
veces Santo ha querido adornar y
embellecer a su Iglesia. Hoy renovamos nuestro
particular encuentro con Cristo siempre
pobre, casto y obediente al Padre.