hagamos el bien a todos
pero especialmente a nuestros hermanos en la fe” (Gál 6,10)
Comienza la Cuaresma, con el signo de la imposición de ceniza se nos recuerda en qué pararán todas las grandezas humanas y las vanidades del mundo: algún día vamos a morir y nuestro cuerpo se va a convertir en polvo, ceniza. Hoy se nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.
El hombre creado a imagen de Dios debe buscar mirándose en Jesucristo su semejanza con el Creador, y para ello como indica el Santo Padre en su mensaje para la Cuaresma 2009, debe realizar un camino de preparación espiritual intenso con las “tres prácticas penitenciales a las que la tradición bíblica cristiana confiere un gran valor – la oración, el ayuno y la limosna” para disponernos a celebrar mejor la Pascua.