“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo” (Lucas 10, 27)
Jesús nos muestra en las bienaventuranzas las entrañas de Dios: Dios es misericordia que supera a la justicia humana y que nos da más de lo que nos corresponde.
Jesús es el gran signo, el gran milagro de Dios. Los milagros son signos de que el Reino de Dios está entre nosotros; a través de esos signos Jesús nos quiere mostrar el amor y la misericordia de Dios, pero sólo desde los ojos de la fe los podremos ver.
PARA REFLEXIONAR: “Las bienaventuranzas descubren la meta de la existencia humana, el fin último de los actos humanos: Dios nos llama a su propia bienaventuranza. Esta vocación se dirige a cada uno personalmente, pero también al conjunto de la Iglesia, pueblo nuevo de los que han acogido la promesa y viven de ella en la fe” (CEC 1719)