El barco del Carmelo reza y canta,
al hacerse a la mar del nuevo día,
y en su mástil por vela se levanta
el santo Escapulario de María.
Corre, copo de lana bien tejido.
Vete al ancho camino de las gentes.
Ilumina la noche del olvido
y recoge el cansancio de las frentes.
Toca el pecho de acero de los barcos.
Cruza el recto camino de las balas.
Sube al negro confín y abre los arcos
de la gracia divina con tus alas.
Estamos en la ruta; la esperanza
tiñéndonos los ojos va delante,
el corazón cantando lo que alcanza,
y la noche ha perdido su semblante. Amén.