domingo, 24 de junio de 2012

EVANGELIO 11º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

LUCAS 1, 57-66.80

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaron Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: « ¡No! Se va a llamar Juan». Le replicaron: «Ninguno de tus parientes se llama así». Entonces preguntaban por señas del padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que le oían reflexionaban diciendo:«¿Qué va a ser este niño?». Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.

SEÑOR, tu Iglesia celebra sólo tres nacimientos: el tuyo, el de tu Madre y el de Juan. Y tu Madre, llevándote en su vientre, estuvo cerca de Juan antes de su nacimiento. Qué magnifico inicio de la vida del que saltó de gozo en el vientre de su madre al acercarse la tuya contigo. Yo fui incorporado a tu familia por el bautismo a los pocos días de nacer, y veo en Juan el ejemplo de entrega a ti: fiel a su misión, fiel a la Verdad, fiel a ti, hasta dar por tu su vida, decapitado en la cárcel.