Mucha gente acompañaba a Jesús; Él se volvió y les dijo: «Si
alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a
sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede
ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mi no puede ser discípulo
mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta
primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si
echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que
miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de
acabar." ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta
primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le
ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados
para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos
sus bienes no puede ser discípulo mío».
SEÑOR, en esta fiesta de cumpleaños de tu Madre, quiero celebrar con la Iglesia el día en que apareció la estrella que anunciaba la salvación que tú trajiste a la humanidad. Como María, yo quiero ser digno de ti, aunque para eso haya de cargar cada día con la cruz detrás de ti, y ayudar a los demás a llevar la suya. Quiero que seas lo primero de mi vida, por encima de todo, sin que nada ni nadie impida tu primacía absoluta: eres mi Señor, el único. Tú lo has dicho yo lo creo con toda mi capacidad de fe.