lunes, 4 de noviembre de 2013

HOMILIA SANTA MISA SEGUNDO DÍA DEL XIII CONGRESO DE HERMANDADES DEL CARMEN

La Iglesia celebra hoy en todo el mundo el Domingo Mundial de la Propagación de la Fe (DOMUND), hermanos nuestros, misioneros y misioneras que se dedican a la evangelización de los pueblos y a transmitir la Fe que Dios nos ha dado desde el bautismo. La misión que no sólo está en el tercer mundo, sino que la tenemos cerca de nosotros, a nuestro lado. No sólo por la cuestión económica, en estos tiempos de crisis, sino también, en la cuestión de fe y moral en la que necesitamos renovación espiritual.
 Por otro lado, celebramos esta eucaristía en la clausura del XIII Congreso Carmelitano de Andalucía y Badajoz, en el marco de este Convento de las Hermanas Clarisas que con tanto amor nos han acogido y preparado el lugar dignamente para celebrar el amor de Dios.

 
PALABRA DE DIOS
1.     En la Palabra de Dios que hemos escuchado, perteneciente a este domingo XXIX del tiempo ordinario, el Señor nos vuelve hablar de la importancia de la oración. Nos invita a orar sin desanimarnos, ser fuertes en el espíritu, para superar las vicisitudes que la vida nos pueda deparar.
Dos personajes aparecen en la parábola del Evangelio: Un juez “que ni temía a Dios ni le importaban los hombres”, de modo que es sordo a la voz de Dios e indiferente al sufrimiento de las personas. El otro personaje es una viuda, que vive en el desamparo total. Las viudas –con los huérfanos y los extranjeros-, son, en la Biblia, el símbolo de lo más indefenso. La viuda acude al juez pidiendo justicia contra su enemigo. El juez, al principio, ni caso. Pero, la mujer insistió e insistió,  hasta que el juez cedió, no tanto por compasión, cuanto para que lo deje tranquilo.  Y Jesús concluye: Si hasta un hombre malvado es vencido por el ruego insistente de una mujer  “Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar.”
2.     El mensaje de Jesús es claro: Dios nos quiere, no estamos abandonados de él. El es nuestro Padre y nos ama con entrañas de misericordia y bondad y se ocupa de sus hijos,  -especialmente, de los más débiles, de los que son atropellados por los poderosos-. Y cuando acudimos a él con nuestras necesidades, él siempre responde.  Pero ¿y nosotros? La parábola termina con una pregunta realmente inquietante: “cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?". Porque de esto se trata: de que nuestra fe sea firme. De creer con firmeza. De orar perseverantemente, porque confiamos que, aun en los momentos más complicados, él estará a nuestro favor. Yo no sé, Señor,  si un juez  “sin Dios” y “sin entrañas”, como el de la parábola, me atendería, aunque insistiera  e insistiera. Pero de ti, Padre, no lo dudo. ¿Cómo podré dudar si nos has amado tanto que nos entregaste a tu a tu Hijo, para que tengamos vida eterna?
3.     A veces, algunos dicen: Insistir en la oración ¿para qué? He orado muchas veces insistentemente y nada he conseguido. Pedí la salud de una persona querida, y esa persona falleció; pedí que mi hijo aprobara la oposición, y mi hijo suspendió... y desgranan una larga serie de “fracasos” de su oración. Y concluyen: la oración es inútil; no sirve para nada. De alguna manera es así, la oración es “inútil”. Pero, ¡qué difícil es medir la utilidad de muchas cosas que nos alivian la vida y nos hacen vivirla gozosamente, y nos hacen crecer en humanidad! Por ejemplo: el amor, la amistad, un abrazo cuando estoy hundido, un rato escuchando a un amigo que siente que la pena le ahoga, etc. ¿Es “inútil” todo esto, no valen la pena? ¿Y cómo medir su utilidad? Por eso, ¡es un error medir la utilidad de la oración por las veces que hemos conseguido exactamente lo que hemos pedido! El objetivo de la oración no es conseguir lo que hemos pedido, sino hacernos distintos. Y ¿quién que haya orado sinceramente no se ha sentido cambiado de alguna manera y vuelve de la oración mirando las cosas, los problemas, a Dios y a las personas con ojos distintos? ¿Y esto es “inútil”, no vale la pena? Señor, haz que descubramos el gusto de la oración, que descubramos que la oración es la llave que abre el arca de todos tus  tesoros.

 
 VIRGEN DEL CARMEN
María nos da ejemplo de todo esto. Como Mujer orante nos va dando claves o frases de oración que inunda el corazón de los hijos que la queremos y la admiramos como la Virgen del Carmen, Reina de las Huertas o de cualquier otra advocación.
-         María en la Encarnación: “Hágase en mí según tu palabra”. Nuestro modelo de decir Sí a Dios, siempre.
-         María en la Visitación a su prima Isabel, en actitud de servicio y entrega: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”.
-         María en el nacimiento de su Hijo, ante las palabras de los pastores y los Magos: “Conservaba todo meditándolo en su Corazón”.
-         María en la Presentación de Jesús en el templo: “Una espada traspasará tu alma”, indicándole la muerte de su Hijo Jesús.
-         María en las Bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga”, para que cumplamos en todo la voluntad de Dios.
-         María al pie de la Cruz: “Mujer, ahí tienes a tu hijo, hijo ahí tienes a tu Madre”, entregándonos a María como Madre nuestra.
-         María, en el Cenáculo a la espera de Pentecostés, se convierte en la Madre de los sacerdotes y en Madre de la Iglesia, corriendo la misma suerte de su Hijo, ser elevada al cielo en Cuerpo y Alma.
Miremos a María, y seamos hombres y mujeres de oración perseverante, sin desfallecer en el camino. Continuemos celebrando la Eucaristía, que Cristo, Pan de Vida nos fortalece en nuestro camino cristiano hacia el encuentro con nuestra propia salvación.
 Jesús Zapata Rueda,
Director del Secretariado
y Director Espiritual del Apostolado del Mar.