En
Llama de amor viva, canción 2ª, San Juan
de la Cruz habla de la merced del dardo, y todos los estudiosos e
intérpretes coinciden que está hablando de Teresa, de cuyos labios puede haber
escuchado esa gracia sufrida por ella. Es una interpretación muy fina y
rebuscada, incluso desde la vertiente del lenguaje que aquí debe hablar de algo
que es esencialmente inefable. Lo hace explicando la poesía y reproducimos aquí
el texto muy seleccionado:
¡Oh
cauterio suave!
¡Oh
regalada llaga!
¡Oh
mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que
a vida eterna sabe,
y
toda deuda paga!
Matando,
muerte en vida la has trocado.
“… en esto hay diferencias de este
amoroso cauterio al del fuego material: que éste la llaga que hace no la puede
volver a sanar si no se aplican otros medicamentos, pero la llaga del cauterio
de amor no se puede curar con otra medicina, sino que el mismo cauterio que la
hace la cura, y el mismo que la cura, curándola la hace; porque cada vez que
toca el cauterio de amor en la llaga de amor, hace mayor llaga de amor, y así
cura y sana más por cuanto llaga más. Porque el amante, cuanto más llagado,
está más sano, y la cura que hace el amor es llagar y herir sobre lo llagado,
hasta tanto que la llaga sea tan grande, que toda el alma venga a resolverse en
llaga de amor. Y de esta manera, ya toda cauterizada y hecha una llaga de amor,
está toda sana en amor, porque está transformada en amor.
Y en esta manera se entiende la llaga que aquí habla el alma: toda llagada y
toda sana. Y porque, aunque está toda llagada y toda sana, el cauterio de amor
no deja de hacer su oficio, que es tocar y herir de amor, por cuanto ya está
todo regalado y todo sano, el efecto que hace es regalar la llaga, como suele
hacer el buen médico. Por eso dice aquí bien el alma: ¡Oh llaga
regalada!... (2,7).
Este cauterio y esta llaga podemos entender que es el
más alto grado que en este estado puede ser, porque hay otras muchas maneras de
cauterizar Dios al alma que ni llegan aquí ni son como ésta, porque ésta es
toque sólo de la Divinidad en el alma, sin forma ni figura alguna intelectual
ni imaginaria …(2,8).
Y lo que aquí goza el alma no hay más que decir sino que allí siente cuán bien
comparado está en el Evangelio el reino de los cielos al grano de mostaza, que
por su gran calor, aunque tan pequeño, crece en árbol grande (Mt 13,31); pues
que el alma se ve hecha como un inmenso fuego de amor que nace de aquel punto
encendido del corazón del espíritu… (2,11).
Pocas almas llegan a tanto como esto: mas algunas han llegado, mayormente las
de aquellos cuya virtud y espíritu se había de difundir en la sucesión de sus
hijos [santa Teresa], dando Dios la riqueza y valor a las cabezas en las
primicias del espíritu según la mayor o menor sucesión que había de tener su
doctrina y espíritu (2,12).