"Hijos predilectos, aprended de Mí a decir siempre Sí al Padre
Celestial, incluso cuando os pide la contribución preciosa de vuestros
sufrimientos.
Soy la Virgen Dolorosa.
Soy la Madre del sufrimiento.
Mi Hijo Jesús nació de Mí para inmolarse, como víctima de amor, para
vuestro rescate.
Jesús es el dócil y manso cordero, que mudo se deja conducir al matadero.
Jesús es el verdadero Cordero de Dios, que quita todos los pecados del
mundo.
Desde el momento de su descenso a mi seno virginal hasta el momento de su
subida a la Cruz, Jesús se ha abandonado siempre al Querer del Padre,
ofreciéndole con amor y con alegría el don precioso de todo su padecer.
Yo soy la Dolorosa, porque, como Madre, he formado, he hecho crecer, he
seguido, he amado y he ofrecido a mi Hijo Jesús, como dócil y mansa víctima, a
la divina justicia del Padre.
Así he podido ser la ayuda y el consuelo más grande en su inmenso sufrir.
En estos tiempos tan dolorosas, Yo estoy también como Madre al lado de cada
uno de vosotros para formaros, ayudaros y daros ánimo en todo vuestro padecer.
Os formo en el padecer, al decir con vosotros el Sí al Padre Celestial, que
Él os pide, como vuestra personal colaboración a la Redención llevada a cabo
por mi Hijo Jesús.
En esto, Yo, vuestra Madre, he sido para vosotros ejemplo y modelo, porque
por mi perfecta cooperación a todo el padecer de mi Hijo, me convertí en la
primera colaboradora de la Obra redentora con mi dolor materno.
Me hice verdadera corredentora, y ahora me puedo ofrecer como ejemplo para
cada uno de vosotros al ofrecer el propio sufrimiento personal al Señor, para
ayudar a todos a seguir el camino del bien y de la salvación.
Por este motivo, mi deber materno, en estos tiempos sangrientos de purificación,
es el de formaros sobre todo para el padecer.
Os ayudo también a sufrir con mi presencia de madre, que os solicita
transforméis todo vuestro dolor en un perfecto don de amor.
Por esto os educo en la docilidad, en la mansedumbre, en la humildad de
corazón.
Os ayudo a sufrir, con la alegría de entregaros a los hermanos, como se dio
Jesús.
Entonces llevaréis vuestra Cruz con alegría, vuestro sufrimiento se volverá
dulce y será la vía segura que os conducirá a la verdadera paz del corazón.
Os conforto en todos los sufrimientos, con la seguridad de que Yo estoy
junto a vosotros, como estuve junto a la Cruz de Jesús.
Hoy, cuando los dolores aumentan en todas partes, todos advertirán, cada
vez con más intensidad, la presencia de la Madre Celestial.
Porque ésta es mi misión de Madre y Corredentora: acoger cada gota de
vuestro padecer, transformarla en un don precioso de amor y de reparación y
ofrecerla cada día a la Justicia de Dios.
Sólo así podemos forzar juntos la puerta de oro del Corazón Divino de mi Hijo
Jesús para que pueda hacer descender pronto, sobre la Iglesia y sobre la
humanidad, el río de gracias y de fuego de su Amor Misericordioso, que renovará
todas las cosas".