martes, 7 de abril de 2015

SANTA TERESA Y LA LUZ DE LA RESURRECCIÓN

“¡Oh Jesús mío!, ¡quién pudiese dar a entender la majestad con que os mostráis! Y cuán Señor de todo el mundo y de los cielos y de otros mil mundos y sin cuento mundos y cielos que Vos crearais, entiende el alma, según con la majestad que os representáis, que no es nada para ser Vos señor de ello.
 
Aquí se ve claro, Jesús mío, el poco poder de todos los demonios en comparación del vuestro, y cómo quien os tuviere contento puede repisar el infierno todo. Aquí ve la razón que tuvieron los demonios de temer cuando bajasteis al limbo, y tuvieran de desear otros mil infiernos más bajos para huir de tan gran majestad, y veo que queréis dar a entender al alma cuán grande es, y el poder que tiene esta sacratísima Humanidad junto con la Divinidad. Aquí se representa bien qué será el día del juicio ver esta majestad de este Rey, y verle con rigor para los malos. Aquí es la verdadera humildad que deja en el alma, de ver su miseria, que no la puede ignorar. Aquí la confusión y verdadero arrepentimiento de los pecados, que aun con verle que muestra amor, no sabe adonde se meter, y así se deshace toda” (V 28,8-9).
 
 
 
La Santa de Ávila se queda obnubilada ante la visión del Resucitado que ya nos ha relatado. Es una majestad difícil de explicar, hay que “verla” para comprenderla. Ahora, ante esta visión, Teresa ora al Señor del mundo y de los cielos. Cristo Resucitado es Señor del universo, es Cristo Rey. Su poder se encuentra por encima de cualquier poder y por ello “los demonios temieron cuando bajó a los infiernos”.
 
Su poder es inmenso, es Humanidad y Divinidad unidas, Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Cristo se “muestra” a Teresa en su Humanidad y Divinidad y le hace comprender su grandeza y  poder. La luz de la Resurrección llena a Teresa y le introduce en la Divina Majestad de Cristo Resucitado.
 
El resultado de esta visión es que deja una gran humildad en el alma, Teresa de Jesús al ver al Resucitado ora y descubre su miseria. Ante el Resucitado todo queda al descubierto, todo es iluminado por la clara y transformante luz de la Resurrección. Teresa nos invita a reconocer y a arrepentirnos de nuestros propios pecados, no se puede hacer nada mejor ante esta Divina Majestad.
 
Cristo Resucitado con su luz nos envuelve en un haz de amor y de perdón, Cristo nos ha salvado y ante esta realidad Santa Teresa de Jesús no sabe dónde meterse, se deshace toda y se deja inundar por la luz de la Resurrección.
 
La Santa de Ávila nos ha mostrado su encuentro con el Resucitado, nos lo ha descrito con detalle y nos ha enseñado a orar ante Él, ahora nos toca  a nosotros asumir estas palabras que Teresa de Jesús quiere que anunciemos a todos nuestros hermanos y proclamemos con todas nuestras fuerzas que ¡CRISTO HA RESUCITADO! ¡ ALELUYA!
 
 
Fr. Rafael Pascual Elías