domingo, 6 de septiembre de 2015

EVANGELIO 23º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

MARCOS 7, 31-37
Dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron a un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó le lengua: Y mirando al cielo, suspiró y le dijo:« Effetá»(esto es, "ábrete"). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia proclaman ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».


SEÑOR, todo lo has hecho bien en mi vida: lo que ha habido de mal ha sido cosecha propia de mis pecados. Te doy gracias por mis padres, que me llevaron a tu Iglesia; en el Bautismo se me abrió el oído para escuchar tu Palabra, y la boca para proclamar tus maravillas. ¡Que nunca me aparte de tu camino, que nunca me desentienda de tu amistad!