"No, no temo nada; no temo a mis pecados, porque puedes
remediar el mal que me han causado; no temo a los demonios, porque eres más
poderosa que todo el infierno; no temo a tu Hijo, justamente indignado por mí,
porque se aplacará con una sola palabra tuya. Sólo temo que por mi culpa deje
de encomendarme a Ti y así me pierda".
¡Qué seguridad! ¡Y qué lógico! Si yo no le dejo, Ella no me
dejará. Lo único que puede darnos miedo es dejar de rezar y alejarse de María.
Madre mía, hoy acaba el mes dedicado a Ti. Tenme siempre
cogido de tu mano. Cuídame cada día hasta el día de mi muerte. Y así vaya al cielo,
donde ya poder estar contigo por los siglos. Amén.