Renuévate en la mente y en el espíritu
y vístete de la nueva condición humana,
creada a imagen de Dios:
justicia y santidad verdaderas.
Mañana sábado 29 de septiembre,
fiesta de los Santos Arcángeles, a las 18:15 h. en la Iglesia Conventual de las
Hermanas Clarisas, tendrá lugar la ceremonia de toma de hábito de n. h. María
José García Fernández.
“Tomar
el hábito significa ascender un escalón más en la vida como religiosa”
Una novicia (del latín novicius) es una
postulante que ha sido recibida formalmente dentro de la comunidad, es una
principiante. El noviciado —normalmente (pero no siempre) de dos años para las
mujeres y un año para los hombres— da comienzo a un periodo de intensa formación
y estudio, de una profunda experiencia de la oración que irá acompañada de una
formación tanto canónica como apostólica.
Los consejos
evangélicos están propuestos en su multiplicidad a todos los discípulos de
Cristo. La perfección de la caridad a la cual son llamados todos los fieles
implica, para quienes asumen libremente el llamamiento a la vida consagrada, la
obligación de practicar la castidad en el celibato por el Reino, la pobreza y
la obediencia. La profesión de estos consejos en un estado de vida estable
reconocido por la Iglesia es lo que caracteriza la "vida consagrada"
a Dios (cf. LG 42-43; PC 1).
La primera
afirmación es que los consejos de la vida evangélica están propuestos para
todos los discípulos de Jesucristo: Todo bautizado está llamado a vivir los
consejos evangélicos. Estos consejos
evangélicos son muchos, pero especialmente se concretan en tres: la obediencia,
la castidad y la pobreza. Si bien, son
consejos para todos los bautizados, pero algunos han recibido la vocación que
se llama: "religiosa" o bien de "vida consagrada", para
vivirlos de una forma especial, con una "profesión" de unos votos.
Los consejos evangélicos son para todos.
Cuando
comienza la cuaresma, la Iglesia predica para todos sus fieles, cuando se les
impone la ceniza, tres medios de santificación: la limosna, el ayuno, la
oración; que son tres consejos evangélicos:
La pobreza:
-frente a la
tentación del materialismo (Le dijo satanás a Jesús: "Todo esto te dar, si postrado me adoras") la Iglesia predica
la limosna, el desprendimiento generoso de nuestros bienes.
Por tanto, a
nivel de virtud, todos los bautizados estamos llamados a vivir este consejo
evangélico al nivel de tener un corazón desprendido de los bienes materiales.
En la vida
religiosa o consagrada, esto no es solamente una "virtud", es que
debe de ser un
estado de vida
mediante el voto de pobreza.
La obediencia:
-Otra
tentación, que es la del prestigio, cuando satanás le dice a Jesús desde lo
alto del alero del templo: "Tírate
desde aquí y ángeles no permitirán que tu pie tropiece.." Que todo el
mundo vea quién eres y te aclamen, es la tentación del prestigio. Jesús rechazo
esa tentación y quiso entrar en Jerusalén de una forma humilde.
Es la
tentación del éxito, del poder, que nadie se nos resista. Frente a esa
tentación la iglesia nos predica la humildad, y durante la cuaresma nos predica
la oración. La oración es la sumisión a la voluntad de Dios, ese es el camino
de la humildad.
Cuando uno
ora, está buscando la gloria de Dios y no la propia, buscando "que haciendo la voluntad de Dios encontrar
el sentido de la propia vida".
Esto que a
todos los fieles cristianos se nos aconseja que hagamos, en el religioso, en el
consagrado, pasa a ser un estado de vida, mediante el voto de obediencia.
Se somete
mediante este voto de obediencia a un superior, a un responsable, de manera que
busca hacer la voluntad de Dios mediante ese voto o promesa de obediencia.
La castidad:
La tercera
tentación que Jesús tuvo en el desierto: "Haz que estas piedras se conviertan en pan".
Jesús es
tentado en lo que la carne le está pidiendo en ese momento; es la tentación del
placer.
Lo que el
cuerpo le pide es comer, porque estaba haciendo ayuno. Jesús rechaza esa
tentación diciendo: "No solo de pan
vive el hombre, sino que el hombre vive de toda palabra que sale de la boca de
Dios".
Es decir: en
el hombre no solo hay un cuerpo, sino que también hay un alma. Por encima de lo
que pide el cuerpo, tenemos un alma espiritual que debe prevalecer sobre lo que
la carne nos pide.
Por tanto, la
Iglesia a todos los bautizados les da el consejo del ayuno, o la mortificación;
es una forma de imitar a Jesucristo.
Y los
religiosos y consagrados, en esa lucha contra la carne, lo hacen mediante un
voto o promesa: la castidad o virginidad, testimoniando de esa forma de vida la
prioridad del espíritu sobre la carne.
Extracto del
Programa emitido en Radio María sobre los “Consejos
evangélicos en la vida consagrada”, realizado por Excmo. Sr. Dr. D. José
Ignacio Munilla, Obispo de San Sebastián.