Como el pueblo estaba expectante, y todos
se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les
respondió dirigiéndose a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es
más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él
os bautizará con Espíritu Santo y fuego». Y sucedió que, cuando todo el pueblo
era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los
cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una
paloma, y vino un voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me
complazco».
JESÚS, tú vas en la fila de los que acuden a bautizarse, como un pecador más que busca su purificación: estás asumiendo mi lugar, porque soy yo el pecador necesitado de perdón, y tú eres el único Justo. Gracias, Jesús, por tu Bautismo y por mi Bautismo, en el que recibí de tu generosidad mi mayor tesoro: la fe.