Vino Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para
que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: «Soy yo el que
necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?». Jesús le contestó: «Déjalo
ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia». Entonces Juan se lo permitió.
Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos y vio que el
Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una luz de
los cielos que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco».
JESÚS, el acontecimiento de tu Bautismo ya no es solo una fiesta anual, sino también un misterio luminoso del rosario. En esta fiesta y en mi rosario de los jueves, admiro tu profunda humildad, al ponerte en la fila de los pecadores para ser bautizado como uno más. Yo sé que tú eres el único justo, y yo soy un pobre pescador necesitado de conversión. Hoy escucha la voz de tu Padre que me llama a escucharte y a convertirme.