Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan,
y subió con ellos aparte a un monte alto. Se transfiguró delante de ellos, y su
rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la
luz. De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro,
entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno es que estemos
aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías». Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su
sombra, y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo». Al oírlo,
los discípulos cayeron de bruces, llenos
de espanto. Jesús se acercó y,
tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis». Al alzar los ojos, no
vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando
bajaban del monte, Jesús les mandó: «No
contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los
muertos».
CRISTO, tu Transfiguración es un anticipo de tu resurrección y un anuncio del proyecto que tienes para mí, avalado por el Padre: transfigurarme en otro Cristo, dando muerte a mi hombre viejo contrario a la Ley, a los Profetas y al Evangelio. En este Día Internacional de la Mujer, te pido por esa importantísima mayor parte de la Humanidad, que son madres del 100% de hombres y mujeres. Tú, "nacido de mujer" elevaste a tu Madre a la mayor dignidad, tuviste siempre a tu lado a varias mujeres que cooperaban en tu misión, defendiste a las humilladas (adúltera ante fariseos, pecadora ante Judas...) y elegiste a María Magdalena para anunciar a los Apóstoles la mayor noticia, tu Resurrección.