domingo, 5 de abril de 2020

EVANGELIO DOMINGO DE RAMOS

PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

MATEO 27, 11-54

C. Jesús fue llevado ante el gobernador Poncio Pilato, y este le preguntó:
S. --¿Eres tú el rey de los judíos?
C. Jesús respondió:
+ --Tú lo dices.
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. -- ¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Había entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:
S. -- ¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. -- No te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho soñando con él.
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
El gobernador preguntó:
S. -- ¿A cuál de los dos queréis que os suelte?
C. Ellos dijeron:
S. -- A Barrabás.
C . Pilato les preguntó:
S. -- ¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?
C. Contestaron todos:
S. -- Sea crucificado.
C. Pilato insistió:
S. -- Pues, ¿qué mal ha hecho?
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. -- ¡Sea crucificado!
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo:
S. -- Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!
C. Y el pueblo entero contestó:
S. -- ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
C. Entonces los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. -- ¡Salve, rey de los judíos!
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.
C. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a llevar la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir lugar de: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda.
C. Los que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:
S. -- Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.
C. Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también, diciendo:
S. -- A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¡Es el rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre ahora si es que lo ama, pues dijo: "Soy Hijo de Dios".
C. De la misma manera hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.
C. Desde la hora sexta hasta la hora de nona, vinieron tinieblas sobre toda la tierra.
A la hora de nona, Jesús gritó con voz potente:
+ -- Elí, Elí, lemá sabaqtaní.
C. (Es decir:
+ -- Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. -- Esta llamando a Elías .
C. Enseguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio a beber.
Los demás decían:
S. -- Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron, después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados: 
S. -- Verdaderamente éste era Hijo de Dios.


CRISTO, los mismos que te han aclamado al entrar en Jerusalén, quizá el viernes gritará ante Pilato: ¡Sea crucificado! Esta es la fidelidad de tus seguidores: tú ya me conoces y sabes que soy capaz de esas barbaridades. Pero ahí estás tú, cargando con la debilidad, los errores y la maldad humana. Ante la imagen sangrienta del "Ecce Homo", que sirvió para que se burlaran de ti los soldados, te proclamo mi Rey, mi Salvador, mi Dios y mi Todo. ¡Viva Cristo Rey!