domingo, 14 de septiembre de 2008

EVANGELIO DOMINGO 24 DEL TIEMPO ORDINARIO


JUAN 3, 13-17

Dijo Jesús a Nicodemo: “Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que se elvado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”.

SEÑOR, que amor más grande el del Padre al entregarnos a su Hijo para que tengamos vida eterna. Cuando te contemplo en la Cruz confieso con mis labios y creo en mi corazón que tu eres mi Señor y mi Salvador: con tu muerte en la cruz destruiste mi muerte, con tu resurrección me diste la vida eterna. ¡Gracias!