“Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna” (Juan 3, 16)
“Así te necesito de carne y hueso. Hombre quisiste hacerme, no desnuda inmaterialidad de pensamiento. Soy una encarnación diminutiva; el arte, resplandor que toma cuerpo; la palabra es la carne de la idea: ¡encarnación es todo el universo! ¡y el que puso esta ley en nuestra nada hizo carne de su verbo!. Así: tangible, humano, fraterno. Carne soy, y de carne te quiero. ¡Caridad que viniste a mi indigencia, qué bien sabes hablar en mi dialecto!. Así sufriente, corporal, amigo, ¡cómo te entiendo! ¡Dulce locura de misericordia: los dos de carne y hueso”. (Himno. Laudes Domingo 10 semana).
PARA REFLEXIONAR: Hacerse niño con relación a Dios es la condición para entrar en el Reino; para eso es necesario abajarse, hacerse pequeño; más todavía: es necesario nacer de lo alto (Juan 3, 7), nacer de Dios para hacerse hijos de Dios. El misterio de la Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo “toma forma” en nosotros. Navidad es el misterio de este admirable intercambio” (CEC 526).