sábado, 23 de mayo de 2009

LOS CIELOS Y LA TIERRA ESTÁN LLENOS DE LA GLORIA DE DIOS


Con la ascensión de la humanidad del Hijo de Dios, conmemorada en este misterio litúrgico, nosotros somos unidos por la gracia a esta alabanza eterna, en el cielo y en la tierra. “Porque Cristo, levantado en alto sobre la tierra, atrajo hacia sí a todos los hombres; resucitando de entre los muertos envió a su Espíritu vivificador sobre sus discípulos y por él constituyó a su Cuerpo que es la Iglesia, como sacramento universal de salvación; estando sentado a la derecha del Padre, sin cesar actúa en el mundo para conducir a los hombres a su Iglesia y por Ella unirlos a sí más estrechamente y, alimentándolos con su propio Cuerpo y Sangre, hacerlos partícipes de su vida gloriosa. Instruidos por la fe acerca del sentido de nuestra vida temporal, al mismo tiempo, con la esperanza de los bienes futuros, llevamos a cabo la obra que el Padre nos ha confiado en el mundo y labramos nuestra salvación” (Vaticano II, Lumen gentium 48).