viernes, 1 de octubre de 2010

"LO AMO. ¡DIOS MIO...,TE AMO!"

En la festividad de Santa Teresa de Lisieux, reproducimos uno de sus textos en los que queda patente su gran capacidad de observación y de diálogo. Cuando se encuentra con una persona, Teresa, en vez de mostrarle rápidamente el camino, la acompaña para que sea ella quien descubra en el fondo de su corazón, esa pizca de generosidad que luce todavía, la parcela de buena voluntad, el deseo de Dios que perdura siempre bajo la tormenta, la oscuridad o el oleaje de la superficie.


"Lo primero que descubrí es que todas las almas sufren más o menos las mismas luchas, pero que, por otra parte, son tan diferentes las unas de las otras... Por tanto, no se las puede tratar a todas de la misma manera. Con ciertas almas, veo que tengo que hacerme pequeña, no tener reparo en humillarme confesando mis luchas y derrotas. Con otras, por el contrario, he comprobado que, para ayudarlas, hay que tener una gran firmeza y no dar nunca marcha atrás de lo que se ha dicho. Abajarse no sería humildad, sino debilidad. Dios me ha concedido la gracia de no temer el combate. Tengo que cum¬plir con mi deber al precio que sea" (C 23v).