Se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a
escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a
los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo esta parábola: «Si uno de
vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en
el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la
encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa,
reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he
encontrado la oveja que se me había perdido". Os digo que así también
habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por
noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez
monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca
con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas
y a las vecinas para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que
se me había perdido." Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles
de Dios por un solo pecador que se convierta».
SEÑOR, para dejarnos muy claro que lo tuyo es perdonar y tener misericordia
hasta extremos insospechados, inventaste las parábolas que, como al hijo
pródigo, hablan de la gran alegría que hay en el cielo por un solo pecador que
se convierta. Tú eres misericordioso, lento a la ira, rico en perdón. ¡Gracias,
Señor! ¿Qué sería de mí si tu no fueras tan bueno conmigo? ¿Qué hubiera sido de
tu Madre al pie de la Cruz si tu Espíritu no la hubiera sostenido con el don de
la fortaleza? Para que en ningún momento decaiga mi confianza plena en tu
misericordia, aumenta, Señor, mi fe.