DÍA DE LA CARIDAD
El primer día de los Ácimos, cuando se
sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde
quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?». Él envió a dos
discípulos, diciéndoles: «Id a la ciudad, os saldrá al paso un hombre que lleva
un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño:
"El Maestro pregunta: ¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua
con mis discípulos?" Os enseñará una habitación grande en el piso de
arriba, acondicionada y dispuesta. Preparádnosla allí.» Los discípulos se
marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y
prepararon la Pascua. Mientras comían, Jesús tomó pan y pronunciando la
bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo.» Después,
tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y
les dijo: «Ésta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En
verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba
el vino nuevo en el reino de Dios». Después de cantar el himno, salieron para
el monte de los Olivos.
¡BENDITO SEAS, JESÚS, EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO DEL ALTAR! No quiero "acostumbrarme" a la Eucaristía, quiero verte cada día con ojos nuevos para descubrir tu rostro cercano; y, con nuevo corazón, amarte como el mejor amigo y adorarte como mi Dios y mi Señor. Te has quedado para mí: que no pase ningún día sin que recuerde y agradezca ese gesto supremo de amor, que me llama a amarte también en los necesitados.