En aquellos mismos días, María se levantó
y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en
casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el
saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu
Santo y levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito
el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi
vientre. ¡Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor
se cumplirá!».
OH ENMANUEL, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, a quien Juan el Bautista anunció como Cordero de Dios que quita el pecado del mundo: ¡ven a salvarnos, Señor Dios nuestro! Enmanuel, Dios-con-nosotros, mi Amigo y Salvador, te espero con el corazón abierto y con mi pobreza espiritual que tú enriquecerás con tus dones divinos. ¡Ya llega mi liberación!