Dijo Jesús a sus discípulos: «No tengáis miedo a los
hombres, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay
escondido, que no llegue a saberse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a
la luz, y lo que os digo al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a
los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede
llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna”. ¿No se venden un par de
gorriones por uno céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo
disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis
contados. Por eso, no tengáis miedo; valéis más vosotros que muchos gorriones. A
quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante
mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también
lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».
SEÑOR, yo te he negado ante los hombres cuando he renegado de ti por el pecado. Pero confío en tu misericordia y en tu bondad frente a la debilidad del corazón humano. Yo quiero estar siempre de tu parte y dar la cara por ti. Pero no me lo propongo apoyado en mis frágiles fuerzas, sino que lo espero por el poder de tu gracia y por la amistad que nos une a ti y a mí.